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12 febrero 2009

Marlenne

Un nuevo relato, el más subido de tono que he escrito, espero que os guste, y ya sabeis que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

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La noche es oscura, fuera el viento sopla cada vez con más fuerza y mientras tanto me encuentro en mi habitación, con mi fiel compañera. Desde hace días no soy capaz de separarme de ella, justo desde que Marlenne me dejo. Desde ese momento la botella de ron ha sido mi única y fiel compañera. Mi consuelo, mi dulce alivio en este mar de lágrimas.

Doy un largo sorbo, apurando hasta la última gota del preciado néctar, arrastrándome hasta la cama donde moriré, como cada noche, entre lágrimas y sollozos, con un brazo por fuera de la cama, dejando que el cristal de la botella se quede chocando contra sus hermanas y deseando no despertar jamas.

Como cada noche, el mismo sueño inunda mi mente, mezclando recuerdos, odios y deseos. Me encuentro desnudo sobre mi cama mirando hacia la puerta, y allí, en el umbral, esta ella, con su melena morena ondeando al viento, acercándose lentamente a la cama, moviendo suavemente sus pronunciadas curvas mientras va quitándose la ropa. Con calma, haciéndose esperar. A cada paso, una prenda. Empieza con los zapatos y, creyéndose que no me doy cuenta, los calcetines. Todo en un ágil y veloz gesto. Continua con el pantalón. Se lo desabrocha y, con sus sensuales movimientos de cadera, hace que lentamente deje al aire esa sedosa piel rosada que tiene, junto a un minúsculo tanga rojo que protege su mayor tesoro. Con tranquilidad y parsimonia, sin dejar de mover la cadera de un lado a otro mientras se acerca, empieza a desabrocharse uno a uno los botones de la camisa, hasta mostrar ese precioso sostén de encaje rojo, única prenda que cubre ya sus pechos.

Por fin llega hasta la cama, y una de mis manos se pierde entre sus cabellos mientras la otra recorre, lentamente, hasta el último centímetro de su piel, su suave piel. Puedo sentir como mi lengua juguetea con la suya en una hermosa danza llena de pasión. La sangre empieza a acumularse en mi pene, dotándolo del vigor necesario mientras mis labios se posan en su estilizado cuello. Mi mano, experta en estas lides, quita el seguro que impedía a sus senos recibir el aire de la libertad, mientras que la suya baja, despacio, desde mi pecho hasta la naciente verga. Pasamos varios minutos de intenso magreo mutuo donde revivo los placeres que tanto anhelo, y recuerdo ese ligero sabor dulce de sus senos. Un sabor que nunca he sabido identificar, pero que me vuelve loco. Al igual que su perfume, esa esencia de vainilla que inunda mi olfato cuando se sube encima mía para, en un gesto de intenso placer, introducirse de golpe mi miembro en su interior.

Entre jadeos y sudores, nos movemos violentamente surcando la ola del placer. Varias veces cambiamos las posturas alternando el mando en esta danza, cediéndolo gustoso el uno al otro. Nuestros cuerpos se funden una y otra vez en uno solo, sudoroso y jadeante, lleno de intenso placer. De repente, y sin previo aviso, ya no soy yo el que disfruta de esa sesión de sexo, dejo de sentir su caliente cuerpo sobre mi, y el mio ha dejado de estar sudoroso. Su aroma dulzón sigue inundando la habitación, pero ahora soy un simple espectador, que esta de pie, frente a la cama, mientras ella gime, jadea, suda y disfruta en brazos de otro hombre. No es mi pene el que se introduce en su boca y es besado apasionantemente, no son mis ojos los que se encuentran con su mirada viciosa, no son mis labios los que besan su piernas hasta llegar a su sexo, no es mi lengua la que estimula su clítoris hasta hacerla llegar al orgasmo.

Intento salir de la habitación, pero unas cadenas me atan, obligándome a mirar. Intento cerrar los ojos, pero mis parpados se vuelven transparentes. Mire a donde mire, sólo la veo a ella, yaciendo junto a ese desconocido. Ella, mi amor, mi vida, mi cielo, esta siendo poseída una y otra vez por otra persona. Otro es quien la esta haciendo gozar, otras manos son las que recorren su piel, las que masajean esos suaves pechos, las que se entretienen acariciando sus oscuros y resultones pezones. Otros dedos son los que bajan por su estomago y se encierran dentro de su preciado tesoro, sacándola cada vez más y más gemidos, hasta que su vagina se inunda de su flujo, ese momento tan largamente esperado, el ideal para introducir, de nuevo, su pene erecto.

El sol golpea mi cara, sacándome una vez más de esa horrible pesadilla. Llevo una decena de noches sufriendo el mismo sueño, y otras tantas botellas de ron se acumulan a mi alrededor. Busco alguna que este llena, pero, para mi desesperación, no queda una sola gota de mi néctar de vida. Haciendo de tripas corazón me prometo a mi mismo, como cada día, que hoy sera distinto, que hoy por fin conseguiré cambiar mi rutina. Me visto como buenamente puedo, y bajo a la compra. Tras coger todo lo necesario me dirijo a la caja, donde esta ella, Marlenne, y meto la mano en el bolsillo, agarrando su interior con fuerza. Como todos los días, apenas intercambiamos dos palabras, como con cualquier otro cliente, pago mi botella de ron y vuelvo a casa. Un día más he sido incapaz. Cuando salgo del supermercado, saco mi mano del bolsillo, abro la cajita que sujetaba y miro el anillo que la compre el día que me dejo. Cierro la caja y la vuelvo a meter en el bolsillo, con lágrimas en los ojos y pensando que mañana se lo daré, al fin y al cabo es suyo. Abro la botella, y mientras echó un largo primer sorbo pienso que mañana será otro día. Como siempre.

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Espero vuestros comentarios.

5 comentarios:

Anwar dijo...

Excelente relato, me ha gustado mucho y buen blog el tuyo XD

Saludos desde:

http://www.cinemaworldycomics.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Joer, tío... muy fuerte...
¡Me ha gustado...!


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Rosatg6 dijo...

Muy profundo. Me ha gustado mucho

Rosatg6 dijo...

Muy profundo me ha gustado mucho.

Raxar dijo...

Muchas gracias Rosa (y al resto xD), ya me diras que te parecen el resto ;)